Hubo Una Vez Parte VII
Las hojas del árbol muerto había pasado todo el día en su casa escribiendo, leyendo y manteniendose ocupado. Había llegado la noche y decidió caminar hasta la playa y dar un pequeño paseo nocturno. Quería admirar la hermosa luna llena que se asomaba en el horizonte, quería tratar de recordar, quería sentir el recuerdo.
Mientras caminaba buscaba en su mente destellos de su vida. Buscaba en el inmenso abismo que habitaba en su interior, rastros de lo que fue su vida y había olvidado.
Siguió su marcha muy turbado, dando pasos sin dirección, su mirada perdida en el horizonte, sus pies en el camino sin norte. El manto astral se adornaba de aguijones blancos que picaban como abejas que van de flor en flor.
A lo lejos divisó una silueta y al acercarse pudo reconocer a un joven que caminaba como alguien que teme a la noche. Al cruzarse con aquel joven su cuerpo se estremeció, su sentidos se aceleraron y su mente le jugaba trucos, al punto de casi tropezar con él.
Hubo una Vez lo miró asombrado, era Las Hojas del Arbol Muerto, pero mas bien era su sombra, porque de aquel gran libro que todos leían y amaban, ya solo quedaba el nombre grabado en su portada.
Hubo una Vez lo saludo y le preguntó si se encontraba bien, pues su semblante estaba pálido y sus páginas se movían como estimuladas por el viento, solo que no había la mas mínima brisa en el momento.
Las Hojas del Arbol muerto solo miraba a Hubo una vez y parecía estar poseido. Como si hubiese visto un fantasma, pero aquel joven lo hacía recordar, aunque los recuerdos estaban entre cortados. Era como una película en pedazos sin una lógica existente.
Hubo Una Vez volvó a preguntarle si se encontraba bien y Las Hojas del Arbol Muerto le respondió afirmativamente.
Mientras salía de su asombro le preguntó su nombre a aquel joven que le había hecho recordar con tan solo verlo y escuchar su voz.
Me llamo Hubo Una Vez, que hace usted por aquí caminando en la noche. Hacia donde se dirige.
Voy rumbo a la playa a estirar las piernas y a sentir la brisa del mar y escuchar el canto de sus olas, le respondió Las hojas del árbol muerto, mientras recordó el poema, la chica y la firma.
Tu escribiste el poema, le preguntó a Hubo Una Vez, aunque él sabía la respuesta.
Qué poema, respondío Hubo una Vez, aunque el sabía de que poema hablaba el anciano.
A quién le escribiste esta nota en forma de poema, le respondió Las Hojas del árbol muerto, mientras sacaba de su bolsillo aquel trozo de papel algo arrugado. Hubo Una Vez lo arrebato de sus manos y lo guardo en su bolsillo, mientras decía: "Con qué derecho lee usted los escritos de otras personas."
"Calma, juventud, no crees un torbellino donde solo hay paz," le respondió Las Hojas del Arbol Muerto y Hubo Una Vez se quedó frío al recordar que en sus páginas había un escrito que decía:
juega con el tiempo me pide tu voz.
No corras ni agites el espacio
donde una tibia mañana permea su color.
Aguanta, olvida la desesperación
No rompas los esquemas de lo incierto
Creando una tormenta donde hay paz y amor...
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