Hubo Una Vez parte VI

Cómo estás Luna, qué te trae por aquí, preguntó Alondra, como si no supiera la respuesta de su amiga.

Devastada, estoy saliendo con...

Un hombre casado que te dijo estaba a punto de divorciarse y ahora se complicó todo porque no sabe como decirle a su esposa que quiere el divorcio y eso hace que se sienta inseguro de qué va a hacer, interrumpió Alondra a su amiga, mientras entraban a la casa.

Su amiga asintió con la cabeza mientras se recostaba en un viejo sofá, el mismo viejo sofa de aventuras, de amores apasionados, ahora era testigo de amores robados por Luna.

Así pasaron casi toda la noche en las anécdotas y desagravios de Luna, entre llantos y consejos que sabía, ella no iba a seguir. Al final, llegó la mañana y las encontró recostadas sobre aquel viejo sofá.

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Ya la luz despuntaba en el cansado manto estrellado. Luz que borraba poco a poco la oscuridad y abría una ventana por dónde entraba el sol a traer una sonrisa al nuevo día.

Hubo Una Vez ya estaba despierto, con lapiz y papel en mano, escribiendole al sentir o al tiempo.

Se levantó de la silla y decidió ir a la playa. Queria vaciar su vacio y llenarlo de la paz que solo el mar le daba. Ademas, allí nacían muchos de sus pensamientos y sus recuerdos cobraban vida y olvidaba al instante su búsqueda diaria del amor.

Alli se sentía libre de pensamientos repetitivos y su terrible amiga lo acompañaba aunque fuera en pensamientos. Allí tantas veces se encontraba con su amiga del alma. Aquella que lo escuchaba y lo centraba con tan solo un abrazo. Con un abrazo y su sonrisa ella podía hacer que la vida fuera fácil.

Después de hacer unas diligencias y tener entre sus manos una mañana y una tarde cargada, llegó a la playa, busco un lugar apartado, y se sentó a admirar la belleza de su gran amigo de infancia. Para Hubo Una Vez, el mar era como un amigo. Lo saludó con la mirada, escuchó el encantador susurro de las olas y llegó la inspiradora musa para impregnarse en sus manos y escribió:

Hoy necesitaba tu abrazo,
igual que el aire en mis pulmones,
igual que la rima en las canciones,
igual que la arena a los pasos.
Mas solo sentí el frío rechazo,
de sentirme lleno de la ansiedad.

Hoy necesitaba un abrazo,
y mi mente en medio de tal soledad,
no encontraba como poder evitar
no sentirse al borde del fracaso.
Sentir que estan contados mis pasos
y que no hay tiempo para más.

La musa siguió dictándole al oido lo que debia escribir, hasta que el sol se vistio de naranja, mientras besaba el mar a lo lejos y Hubo Una Vez, guardó sus pensamientos en el rincón más profundo y volvió a mirar el gris naranja de los caballitos celestiales.

Ya terminaba la tarde y la noche se abría paso sin esperar por nada y mientras el sol se acostaba, los cucubanos astrales comenzaban a surgir en el cielo. Miró a su alrededor y cono siempre, la playa estaba vacía. Solo él y la musa, solían venir a este lugar. Solo él y su amiga del alma venían a este rincón de poesía natural, y hacía ya mucho tiempo, que su amiga había olvidado, como llegar hasta allí.

Este rincón de ilusión poética, fue testigo de su primer beso, de su primera locura en sus brazos. Fue testigo de su conección, con el mar, las palmeras, el viento, las estrellas y la noche en que cruzaron la frontera de la pasión. Aquí, en un instante, habían logrado levantar el vuelo con los pies en el suelo, sus manos en su cintura y su humanidad perdida entre sus piernas.

Ya la noche había vencido, habia ocultado al ángel de la tarde y comenzaba a adornar su negro manto, con destellos de luz distante. La noche ya reinaba en el cielo y Hubo Una Vez, permanecía enredado, en los brazos de la musa.

Mientras tanto en su sofá, Alondra abría sus ojos. Había dormido todo el día en aquel viejo sofá y su cuerpo resentía el no haber despedido a Luna a tiempo. Miró a su alrededor y no quedaba un rastro de su amiga. Ahora era solo cosa de tiempo y otro amoría para volver a ver a su amiga.

Se levantó del sofá con pocos deseos de dar un paso, pero se repuso, respiro muy profundo y caminó media dormida dando acariciando las paredes del pasillo hasta llegar a su cuarto, se acostó en su cama y regreso al mundo de los sueños.

Mientras tanto Hubo una Vez caminaba rumbo a su casa, intercambiando pensamientos entre Alondra y su amiga del alma sin saber que en el camino le esperaba el destino.








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