Hubo Una Vez Parte IV


Eran ya las 11 de la mañana y Hubo Una Vez se sentía algo desesperado, Alondra no llegaba y su tienda permanecía cerrada. Estará bien. Muchas preguntas comenzaban a pasar por su mente y pensó que tal vez no era tan buena idea haber venido hasta el lugar. Era muy pronto para sentir algo por aquella extraña poesía llamada Alondra.

Espero unos minutos mas y se marchó en busca de otro lugar donde sentarse a escribir, o simplemente seguir buscando.

Camino por mucho rato sin poder encontrar otra librería o una biblioteca donde buscar nuevos libros. Ya estaba algo cansado y comenzaba a entrar la tarde así que decidió marcharse, pero camino a casa pasaría por el trabajo de Alondra a ver si ella ya estaba allí.

Al llegar vio que el letrero de abierto estaba ya en su lugar y camino hasta la entrada, abrió la puerta y encontró a Alondra al teléfono. Quiso ir a saludarla, pero ella le sonrió brevemente, se dio la vuelta y continuó hablando.

Hubo una vez permaneció buscando entre los anaqueles, con la esperanza de ver si Alondra terminaba de hablar, pero se le hacia tarde para regresar a su casa. El no quería que la noche lo alcanzara en la calle, le tenía tanto temor a la oscuridad. Temía estar solo en las calles oscuras de su barrio.

Se dirigió hacia la puerta, con la esperanza de que Alondra lo detuviera, pero Alondra estaba sumergida en la llamada telefónica, y solo hizo un breve gesto de lo siento, y Hubo Una Vez salió del lugar con sus hombros caídos y algo decepcionado.

Mientras se alejaba dejo caer el papel, donde había escrito con tanta ilusión lo que sentía por ella. Aquel pedacito de papel, donde escribió con su alma, sus mas tiernos pensamientos, con su firma al final de la pagina, como hace cualquier buen escritor.

Al llegar a su casa se sentó a escribir y la musa broto de su interior, para plasmar sobre el papel su sentir:

             Hoy te vi igual que ayer
             tan hermosa y muy radiante
             como canción de dulce miel

             Fui para verte y hoy mi ser
             sintió tu desprecio punzante 
             como aguja clavada en la piel...

Decidió dejar de escribir y así quedo otro de sus escritos a media luz, a medio terminar. Otra pagina de su vida que escribía, otra hoja que no terminaría y que permanecería guardada solo para el leer.

Se acostó en la cama, dejo la luz encendida y poco a poco su ser se sumergía en el placer del sueño. Se fue a descansar al lugar donde sus paginas eran completas y sus historias tenían siempre un final feliz. 

Mientras tanto Alondra terminaba de hablar por teléfono. Se le había hecho muy tarde para cerrar la tienda. Eran ya las 9 de la noche y no le gustaba regresar a casa a oscuras, pero se había entretenido con aquella llamada. Raúl había vuelto a la ciudad, habían hablado toda la noche y todo el dia de hoy. Comenzó a cerrar la tienda cuando la figura de un libro antiguo se hizo presente en su tienda.

Buenas noches mi nombre es...

Alondra le interrumpió diciendo: Las Hojas Del Árbol Muerto, se quien es usted, pero que le trae por aquí y a esta hora.

Encontré este pedazo de papel en la calle y quería preguntarle si usted lo escribió.

Yo no tiro papeles a la calle, le respondió Alondra sin siquiera mirar la firma, ni ver que estaba dirigido a ella. Ya voy a cerrar vuelva mañana, ya es tarde.


Alondra se fue rumbo a su hogar muy sorprendida de encontrarse con aquel famoso escritor en su librería, mientras el  salió de la librería y se marcho con aquel pedazo de papel que parecía haber sido escrito por él.

Ambos se fueron con muchas preguntas. Ambos sorprendidos por lo sucedido. Ella, por la extraña visita y él por aquel escrito, que parecía un espejo de su alma.

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