Hubo Una Vez Parte V

                                
 Las Hojas Del Árbol Muerto se dirigía a su casa, mientras decidió volver a leer aquella extraña nota que había captado sus sentidos. Esa rara forma de decir las cosas era muy familiar para él. Le hacia recordar algo que no lograba visualizar bien. Comenzó a leer nuevamente buscando  poder traer a su mente el recuerdo que se había esfumado. Mientras caminaba iba leyendo cada frase, cada verso.

                                             Debo estar muerto
pues semejante belleza
solo se encuentra
junto al creador en el cielo
Mas sé que vivo, pues mi anhelo
es quedarme inmerso en tus sentidos.
Que tu sonrisa sea mi destino
al despertarme cada mañana
Quien podía pensar estar muerto y luego afirmar saber que vive, tan solo por experimentar un encuentro con alguien, pensó mientras continuaba leyendo:

Que tu voz sea en mí una nana

que me apacienta, pero despierta

el deseo palpable de mis sentidos

de estar despierto, pero rendido

a la magia de cada momento

Que increíble forma de describir que no estaba en control de sus sentidos.

Continuó leyendo el poema una y otra vez en su camino, y mientras mas leía, pensaba, eso es estar enamorado.

Al llegar a su casa guardó el papel y decidió que podía el mismo, escribir unos cuantos versos a ese ser tan especial que aquel joven había descrito tan bien en su poema. Así que, tomo papel y lápiz y comenzó a escribir a alguien que no conocía, pero que sabia era especial en la vida de este escritor desconocido, llamado Hubo Una Vez.

Se sentó en su silla del balcón, frente al mar que tantas veces fue testigo de la vida que había olvidado y  deseaba recordar. Escribió versos elocuentes cargados de sentimiento, ansiosos de recuerdos y llenos de clamor.

Como volver a sentir
en mi mente lo que pienso
eso que ahora voy leyendo
en este sencillo poema de amor
Casi puedo palpar el clamor
de alguien que nunca he visto
pero que así de imprevisto
va cautivando toda mi atención

Como es que escribo a la voz
de un alguien que creo conocer
que se enamora de una mujer
y tira su confesorio al zafacón
El escribe casi igual que yo
pero con un sentimiento
que acapara el pensamiento
de aquel que lee su sol 

Siento que es mía su voz
pienso que es mío su sentir
Siento que vuelvo a vivir
algo que engendré en mi corazón

Terminó de escribir y al sentir en su cuerpo los efectos del tiempo, decidió ir a acostarse y dejar de imaginar y comenzar a soñar. Allí en los sueños podía ver rostros que no recordaba sus nombres, que no recordaba haber visto, pero que le hacían sentir tan en paz. Era como si su mente le jugara trucos, le pusiera trabas para poder recordar.

Antes de quedarse dormido pensó por un momento en aquella joven de la librería, tal vez a ella le escribieron la nota y no quiso admitir, que se molesto y la arrojó. Se quedó dormido pensando en ella, la nota y aquel incierto escritor.

 Mientras tanto Alondra iba llegando a su casa y notó una sombra cerca de la puerta. Sintió algo de temor, pero camino hasta la puerta pues necesitaba entrar. Al  acercarse pudo reconocer el rostro de su amiga Luna. Ya imaginaba que esta sería una noche larga, escuchando sus problemas de amoríos, sus ilusiones pasajeras de pasión. Sus llantos intermitentes serian el protocolo de la noche.


Probablemente alguna esposa se había enterado de las andadas de su marido infiel con Luna. Esa era la historia de su vida. Esa era su pasión desenfrenada de estar y poseer a una persona que ya estaba en deuda con alguien.

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